Generic selectors
Solo coincidencias exactas
Buscar en el título
Buscar en contenido
Post Type Selectors
Banner Valores
Banner Valores

Texto: Eduardo Yañez.

Diseño de imágenes: Nathalie Torreblanca.

Una de las acciones más elocuentes y expresivas de lo que es el Judo, y que capta el interés de muchas personas antes de iniciarse en esta práctica, es el protocolo de interacción entre los practicantes. Visto desde afuera puede parecer solo una pauta de comportamiento, pero mirado y analizado desde adentro, es algo de una riqueza filosófica enorme.

La vida de un judoka está llena de recuerdos singulares de eventos cuyo significado solo él entiende. Si bien el Judo como sistema de formación integral se mueve en base a estándares bien definidos, con propósitos y requerimientos claros para quienes ingresan a la vía (do), las experiencias de aprendizaje son únicas, y muchas veces lo que para un aprendiz es evidente para otro es un misterio. ¿Quién puede afirmar que lo ha comprendido todo? ¿Quién puede decir que ha llegado a las fronteras del saber? Nadie, sin duda, tendría la arrogancia de afirmar algo como eso, ni siquiera de pensarlo, por más grados o medallas que ostente. En cualquier momento de la larga carrera de un judoka aflora un aprendizaje nuevo. Ya sea en el ámbito técnico, ya en el orden valórico, ya en lo netamente deportivo. Si se está lo suficientemente atento y consciente del momento que se está viviendo, siempre sale a la luz algo más. Entonces emerge una nueva pregunta: ¿Cómo ejercitarnos para acercarnos a ese estado de vigilancia? Evidentemente no basta con decretarlo. Hay que hacer el esfuerzo de llegar a lo más hondo de la performance del Judo para tener algún grado de comprensión de lo que efectivamente significa eso. Jigoro Kano (1860-1938), el maestro fundador lo asoció al concepto de Reiho o espíritu del Rei, que se deriva del segundo principio del Judo: Jita Kyoei (amistad y prosperidad mutua) y tiene que ver con la búsqueda de la propia perfección en el encuentro respetuoso con el otro.

Respeto

Puede parecer paradójico que todo el esfuerzo por mantener un estado de apertura a los aprendizajes (shoshin), sea algo que no pase exclusivamente por la voluntad del sujeto sino que por la relación de éste con la impredecible conducta de un otro. Sin embargo, tomando las palabras del propio maestro en su artículo publicado el año 1917, “De Seinen Shuyo-Kun” (Preceptos de formación de jóvenes), al definir el Reigi como “un sistema formal de etiqueta que representa externamente los pensamientos sinceros y el respeto por los demás”, es posible comprender con mayor seguridad la relación entre la apertura mental y la etiqueta. Pues, como se deduce, que sea con respecto a un otro, no quiere decir que sea por causa del otro. Es el sujeto quien tiene el deber de actuar y expresarse con máxima autenticidad, ya que en ello radica la posibilidad de llevar a cabo una práctica óptima. Se trata de una actitud que traspasa los límites del desempeño deportivo. El maestro piensa en algo de alcance universal, es decir, con repercusiones a nivel global: “Estos sistemas existen en todas las sociedades y proporcionan las convenciones para la interacción de modo que las relaciones se desarrollen sin problemas. De este modo se mantiene el orden social y la sociedad puede funcionar de manera pacífica y amigable.”

Modestia

La idea de ponerse a uno mismo bajo observación o vigilancia no es algo nuevo y exclusivo del Judo. Toda la tradición de la ética occidental, desde tiempos remotos, se construye en base la noción de autonomía, es decir, del ser capaces de dictarnos las normas de nuestro actuar y, evidentemente, de respetarlas, pero en el Judo existe una riqueza adicional, y esta es que va más allá del deseo de cumplir con el imperativo moral o de su fundamentación teórica. En estas latitudes existe la noción del mapudungun: kidu ngunewun, que se traduce literalmente como “hacerse dueño de sí mismo” o de “gobernarse a sí mismo”. Para la cultura mapuche la libertad moral y política debe conquistarse, porque es una recompensa a la excelencia. La libertad individual no es un derecho, se gana. Es precisamente aquello que distingue al ser humano del determinismo y la necesidad del reino animal. Entonces con cada acción, por mínima que sea, el sujeto pone a prueba su valor.

Lealtad

El protocolo o etiqueta en el Judo, según Jigoro Kano, tiene una finalidad clara: “La intención principal de Reigi es transmitir físicamente sentimientos como respeto, amor, amistad, etc.” No admite ambigüedades. Desde el momento que hacemos ingreso al lugar de la práctica comienza el entrenamiento de la vigilancia que sentará las condiciones de un aprendizaje posible en esa sesión, o en otra. Para saber por dónde debo ingresar, a quien debo saludar, donde debo formar, qué postura debo adoptar, en qué momento, etc., es necesario “estar atento”. Cada detalle es una prueba a las capacidades y al compromiso del practicante, un desafío a la agudeza de percepción y a la concentración de la propia energía física y mental. Y en esto el maestro es categórico: “La relación entre mente y cuerpo es inseparable. El cuerpo afecta la mente y el cuerpo también está sujeto a las influencias de la mente. Es similar a una sombra que sigue los movimientos del objeto que la proyecta. Así, si el espíritu es modesto, pacífico y correcto, esto se manifestará en el porte físico de uno con una postura que demuestra una cierta presencia de tranquila solemnidad.” La sintaxis y el sentido del Judo solo serán comprensibles si se asume que el propio cuerpo es el texto. Y que, como todo texto, requiere la máxima preocupación y cuidado a la hora de ponerlo en movimiento.

En el Judo esto último corresponde a la disciplina autoimpuesta de los practicantes en el proceso de formación. Una progresión que empieza con el conocimiento de las formas, evoluciona con su práctica recurrente y sistemática, y concluye con el logro de un modo de ser genuino en el mundo. El sujeto que vigila su conducta expresa con naturalidad el resultado de un trabajo que implica el reconocimiento y valoración de la propia dignidad, pero, sobre todo, de la del otro. El maestro deja bien claro este último punto al citar la relación existente entre personas de distinta edad y posición social: “¿Por qué es importante tener una buena postura al mostrar cortesía a los demás? Por ejemplo, al conocer a un caballero de alto nivel social, si se encorvara, se metiera las manos en los bolsillos o inclinara la cabeza hacia un lado, aunque sea sin malas intenciones, se considerará que muestra una completa falta de cortesía y respeto (…) Tener malos modales o etiqueta ante personas de mayor antigüedad demuestra poco carácter.” En el encuentro de los practicantes al interior del dojo (lugar dónde se aprende el camino), los aprendices que ejercitan la vigilancia (zanshin), la mente abierta a los saberes (shoshin) y la serenidad (fudoshin), van forjando un carácter sólido que los traslada a un estado de conciencia superior, auténtico y trascendente (shenshin), que los eleva en dignidad. En el artículo: “La dignidad del practicante de Judo”, el maestro se formula la siguiente pregunta: “¿Qué es exactamente lo que constituye la dignidad de un hombre?”, e inmediatamente se responde: “Hay varias facetas que conforman la dignidad de un hombre, pero en términos simples se puede decir que está compuesta por los cinco componentes de etiqueta, estilo de vida, cortesía, ética laboral e ideales.” Aquí el orden de los factores no es azaroso. Se empieza por la etiqueta, que corresponde a la disciplina del cuerpo, y se avanza desde ahí a otros aspectos de la vida más complejos. La dignidad es algo en lo que se va progresando. El trato que se da a los compañeros de práctica refleja la relación que se tiene con la sociedad completa. Kano habla de modales: “El entrenamiento de judo facilita el cultivo de tales cualidades. La postura correcta se enfatiza en la práctica de Kata y Randori, y todos los movimientos se ejecutan rápidamente y con compostura. La práctica siempre comienza y termina con un Rei, y el dojo es un lugar en el que se refinan los modales.” ¿Dónde y cuándo no están en juego los modales para quien se vigila asiduamente a sí mismo?

Es innegable la raíz confuciana de todo lo planteado por el maestro. Ya lo decía a su modo el filósofo chino: “Desde el emperador hasta el súbdito más humilde, cada uno debe, ante todo, perfeccionarse a sí mismo. El que descuida lo principal (su propia persona), no puede ordenar, convenientemente, las cosas que dependen de él.” Pero a diferencia de las filosofías tradicionales de oriente y occidente, Kano desarrolló un procedimiento concreto dirigido a las conciencias, un verdadero arte de forjar hombres, que empieza y termina con el cuerpo, superando las barreras de lo meramente especulativo, que muchas veces solo sirve para llenar las páginas de un libro que acumulará polvo en alguna abandonada estantería.

Amistad

Para concluir este breve ensayo, citaré unas palabras que shihan redactara en uno de los textos que hemos venido citando y en lo que, desde mi punto de vista, está la clave de la recuperación del sentido originario del Judo, tan necesario en los tiempos que corren: “Es deseable abrazar ideales más elevados que superen el prestigio, las ganancias y el poder, y actuar en consecuencia. El objetivo final del judo es buscar la autoperfección para hacer una contribución a la sociedad, no para satisfacer los propios deseos egoístas. Por lo tanto, captar el verdadero significado del judo y actuar de acuerdo con su espíritu es comprender que toda acción debe basarse en el ideal más noble. Es entonces cuando se eleva la dignidad de un hombre.”

Fuentes:


–Kano, Jigoro, Escritos inéditos del fundador del Judo, Editorial BLURB, 2017, EE.UU


–Mora, Ziley, Filosofía Mapuche: palabras arcaicas para despertar el ser, Ediciones Cerro Manquehue, Chile, 2015


–Confucio, Analectas y otros tratados políticos y morales, Editorial Ingenios, rad. Joseph Núñez de Prado, España, 2017 -http://kodokanjudoinstitute.org/en/courtesy/grace/